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¿Y si la progresiva paralización del cuerpo del bailarín fuera una reacción a la aceleración de la edad moderna? ¿Y si la desaparición del intérprete en muchos de los espectáculos que hemos hecho y visto, más que mostrar un escenario vació, mostrara el cuerpo disciplinado del público, felizmente sometido a las leyes de la urbanidad? La primera idea se desarrolla en este espléndido libro de André Lepecki, la segunda la apunto yo. Espero poder extenderme en breve.